La sal del valle de Añana (Álava) y la uva pasa moscatel de la Axarquía (Málaga) han sido nombrados patrimonio agrícola mundial. Son los dos primeros sitios de Europa en obtener este reconocimiento de la FAO.
Las terrazas de arroz de China y Filipinas, la agricultura andina o el pastoreo de los masái en Kenia y Tanzania. Son sistemas de producir comida ancestrales, ingeniosos, basados en los conocimientos transmitidos a través de generaciones y adaptados al entorno y a las características propias del territorio. Sin saberlo —el uso del palabro es reciente— son lo que hoy se aclama como "sostenible". Y este año dos sistemas españoles han sido reconocidos como patrimonio a proteger: el valle salado de Añana (Álava) y la producción de uva pasa moscatel en la Axarquía (Málaga).
La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) incluyó en noviembre ambos sitios —los primeros de Europa— en su lista del patrimonio agrícola mundial, conocida como Sipam. El reconocimiento tiene como objetivo destacar y proteger estas formas de producción, en ocasiones milenarias que, pese a sus muchas virtudes ecológias y sociales, en muchos casos se veían amenazadas frente a la modernidad.
En Añana, un pequeño valle alavés en el que hoy viven menos de 200 vecinos, la sal lleva trabajándose desde el Neolítico. Pero a mediados del siglo pasado la irrupción de las salinas marinas en el mercado mundial de este mineral llevó la actividad del valle al borde de la desaparición. Hoy, de hecho, son de las pocas de interior de la península. A unos 800 kilómetros hacia el sur, en la comarca malagueña de la Axarquía, el peculiar sistema de cultivo de la uva pasa también ha experimentado una fuerte regresión. De producir 25.000 toneladas anuales a finales del XIX, a las alrededor de 300 del año pasado.
"La protección de ser reconocido como Sipam puede suponer el mantenimiento del sistema e incluso su crecimiento en el futuro", apunta Antonio Chaves Jiménez, de la Junta de Andalucía. Andoni Erkiaga, director de la fundación del Valle Salado, cree que esta declaración dará impulso a los esfuerzos por convertir las salinas en el "motor económico, turístico y social de una de las comarcas más deprimidas del País Vasco".
Porque ambas prácticas comparten también el hecho de ser una pieza básica para la subsistencia de las poblaciones colindantes. "Hay pueblos de la Axarquía que basan aún una parte importante de su sustento en este sistema, en una zona de las de menor renta per cápita de la provincia", abunda Chaves.
En esta zona de Málaga, con pocas precipitaciones (que, cuando llegan, suelen ser torrenciales), tierra pobre y terreno accidentado con continuas laderas, el cultivo de viñas es de los pocos viables. Pero, además, su presencia sirve para proteger a las laderas de la erosión cuando las precipitaciones son fuertes. Este círculo de virtudes ha sido muy valorado por los evaluadores, junto con el uso de técnicas de irrigación ancestrales, como destaca Yoshihide Endo, coordinador del programa Sipam en la FAO.
En el caso vasco, hubo una discusión previa para aclarar si la producción de sal podía considerarse agricultura. "Lo normal es pensar que estamos ante una explotación minera y no agrícola, pues la sal, el cloruro sódico, es un mineral…", admite Erkiaga. "Pero la extracción de sal mediante la evaporación solar en el interior tiene mucho más en común con la actividad agrícola tradicional", argumenta. Así lo ha considerado también la organización, que de nuevo aplaude la simbiosis entre las salinas y su entorno. La explotación regula la salinidad de las aguas colindantes, y con ello la existencia de la fauna y flora local. Además, insiste el director de la fundación, los materiales y herramientas (piedras, madera, arcilla) se han obtenido siempre de explotaciones agrícolas, bosques, o canteras de las inmediaciones.
A diferencia de otros reconocimientos, como el de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, los Sipam no rechazan sistemas o prácticas que hayan evolucionado con el tiempo y se hayan reformado o modernizado. Es más, valoran la "conservación dinámica". Esto es, que se mantengan los "elementos centrales" al tiempo que se realizan los cambios necesarios para garantizar la supervivencia del sistema, explica Endo.
El coordinador del programa explica que este reconocimiento no es el final, sino un primer paso para ahondar en la conservación de estos sistemas. En un acto celebrado este jueves, el Ministerio de Agricultura mostró su disposición a recibir y apoyar otras candidaturas a formar parte de los Sipam, que ya ha recibido otras muestras de interés en Europa desde Italia, Grecia, Suiza o Austria.
https://elpais.com/elpais/2018/02/08/planeta_futuro/1518116814_997946.html