Japón se compromete a eliminar la práctica totalidad de los aranceles a las importaciones europeas y a adaptar su regulación sectorial a los estándares internacionales, abriendo una ventana de oportunidad a la industria de productos fitosanitarios y bioestimulantes europeos y españoles.
Revista Alimentaria / Cuatrecasas
Tras más de cuatro años, la Comisión Europea anunció en diciembre de 2017 la finalización de las negociaciones del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Japón, que será evaluado este año para su ratificación por los Estados Miembros. Su entrada en vigor, que se espera para principios del 2019, abrirá un nuevo abanico de oportunidades de negocio para las empresas europeas en general, y para el sector de los productos fitosanitarios y bioestimulantes en particular.
Este acuerdo de libre comercio constituye un paso histórico en las relaciones comerciales y de inversión entre ambos territorios, ya que, de ratificarse, supondría un apoyo fundamental a las exportaciones y al proceso de expansión de empresas europeas en el mercado japonés. De la misma forma, el acuerdo se convertiría en el punto de partida de las inversiones niponas en el sector de fitosanitarios y bioestimulantes europeo.
Por un lado, la Comisión Europea ha conseguido negociar con las autoridades niponas la eliminación de la totalidad de aranceles que venían imponiéndose a los productos fitosanitarios y bioestimulantes, así como la armonización con los estándares internacionales de los límites máximos de residuos en sustancias. Por otro lado, el acuerdo liberalizará las inversiones entre ambos mercados, fomentando una mayor integración y colaboración de las empresas del sector.
Un análisis comparativo realizado en 2016 por la consultora internacional McKinsey llegó a la conclusión de que la baja productividad del sector agrícola japonés se debe en buena parte al alto coste de los productos agroquímicos y fertilizantes. El informe demostró que el coste de estos productos en Japón es seis veces superior al de Estados Unidos o China. Ello tiene como consecuencia, tanto una gran desventaja para sus agricultores, como un encarecimiento del producto para el consumidor final.
Por otro lado, según datos estadísticos del Ministerio de Agricultura de Japón, la ratio de autosuficiencia alimentaria ha venido decreciendo en los últimos 30 años hasta llegar a un 38% en 2016. Esto significa que, del total de calorías ingeridas por los consumidores japoneses, el 62% proceden de alimentos importados. Así, en el año 2015 el país nipón importó un 65% de las frutas consumidas y hasta un 85% del trigo, alcanzando dichas importaciones un valor aproximado de 457 miles de millones de euros.
Bajo el lema ‘no puede haber crecimiento sin acción’ (kōdō nakushite seichō nashi), el Primer Ministro Japonés Shinzō Abe, reelecto en las elecciones generales de octubre de 2017, ha señalado que el aumento de la competitividad de la industria agrícola y el aumento de la producción son una prioridad para su gobierno. Por esa razón, y con el objetivo de reducir el precio de productos fitosanitarios y bioestimulantes, Japón ha introducido en el acuerdo con la Unión Europea medidas dirigidas a facilitar las inversiones transnacionales y simplificar la burocracia.